El cañon en la sien...III

El grito, Edward Munch
Ya van dos noches en que no logró conciliar el sueño antes de las 4 de la madrugada, y lo peor es que despierto cerca de las 7 de la mañana, sin sueño, inyectado de una extraña energía, con mi mente que no para de bombear ideas extrañas, ni siquiera el ron logra acallarla.

Aprovechando este "don" salí muy temprano de mi casa, sin desayuno, con algo de alcohol en el cuerpo, a comprar varias cosas que había contemplado en una lista que elaboré durante mi insomnio.

Desperté al mediodía, y me di cuenta que ya había vuelto de las compras. Al mirar las bolsas, ví que había comprado carne, algunas frutas, comida en latas de conserva, lápices, algunos plumones, cartulina, un par de cuardenillos, un corta cartón, más ron, pero del barato -pues el presupuesto se había ido al demonio- y balas. ¿Para qué? No lo sé.

¿En qué momento anoté y compré las balas? Yo no sabía disparar, y no pensaba hacerlo. Una que otra vez pensé en matar a mi editor o a la vecina de dos casas más allá de la mía, pero eran sólo ideas vagas. Al editor, simplemente por fastidiarme y coartar mi ímpetu. A la vecina, por su extraña sonrisa, mezclada con una mirada penetrante casi burlesca. Ella no sonreía, ella sufría espasmos. Recuerdo una noche, en que caminando por la calle, con algo de neblina invernal, ella se asomó por su ventana, cual vieja copuchenta, y me miró con sus ojos de buitre y su sonrisa desfigurada. Sentí pavor ante esa imagen, que me recordó los cuentos de terror de Edgar Allan Poe, sólo faltaba que alguien gritara de espanto.

Luego de ver las bolsas, me volví a echar en el sillón del living...aún tenía sueño...más tarde veré que hago con las balas, podría venderlas y con eso comprar más ron o comida.

Continuará...
*Si quieres puedes sugerir qué pasa con nuestro protagonista...cada dos días saldrán los siguientes episodios.