Solía ser en los juegos ni buena jugadora, ni mala, sólo ser participante... Hasta que el amor le dió a mis alas y quise ser unas de las mejores, péro a medida que seguía el juego, mientras más apostaba, numerosas eran mis pérdidas. Hasta que un buen día me dijo mi enajenado Dostoievski - si juegas a la ruleta puedes quedar en banca rota- ¡en efecto! mis fichas a ganador en mis sofisticados casinos arrojaban números escandalosos. Encendí mi cigarró, tomé mi pluma e hice un cheque en blanco... ¡HA COMENZADO LA GUERRA! Lo que hace un desquite en una noche de pasión numérica, mis ángeles empezaron a leer las cartas por mí, 3 de corazón, as de corazón, todo era color furía ¡la suerte ríe! mi algebra y mis círculos geométricos me denominaron la Reina de Corazones... Bueno la noche fué extremadamente larga...
En los salones imperiales hacíamos apuestas, y algunas eran inquietantes. Los ventales en el oriente los abríamos de par en par y el aire daba señales de buena esperanza a nuestros espíritus, y la guerra santa era interpretada como justa aveces y enlistaban nuestras esperanzas y el amor nos cubría. Por lo menos eso nos decían nuestros padres.
3 comments:
Solía ser en los juegos ni buena jugadora, ni mala, sólo ser participante...
Hasta que el amor le dió a mis alas y quise ser unas de las mejores, péro a medida que seguía el juego, mientras más apostaba, numerosas eran mis pérdidas. Hasta que un buen día me dijo mi enajenado Dostoievski
- si juegas a la ruleta puedes quedar en banca rota-
¡en efecto! mis fichas a ganador en mis sofisticados casinos arrojaban números escandalosos. Encendí mi cigarró, tomé mi pluma e hice un cheque en blanco...
¡HA COMENZADO LA GUERRA!
Lo que hace un desquite en una noche de pasión numérica, mis ángeles empezaron a leer las cartas por mí, 3 de corazón, as de corazón, todo era color furía ¡la suerte ríe! mi algebra y mis círculos geométricos me denominaron la Reina de Corazones... Bueno la noche fué extremadamente larga...
En los salones imperiales hacíamos apuestas, y algunas eran inquietantes.
Los ventales en el oriente los abríamos de par en par y el aire daba señales de buena esperanza a nuestros espíritus, y la guerra santa era interpretada como justa aveces y enlistaban nuestras esperanzas y el amor nos cubría.
Por lo menos eso nos decían nuestros padres.
Estoy curioso con la inteligencia de Raphaela, no debe ser fácil unir los textos,
¡nos vemos Jorge!
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